jueves, 6 de mayo de 2010

LA SUPER-CRISIS: EL “RESCATE” DE GRECIA, El “ÉXITO” DE LOS BONOS DEL TESORO ESPAÑOL Y LA BOLSA COMO INDICADOR DE LA SALUD ECONÓMICA


LOS TRATAMIENTOS SIN PREVIO DIAGNÓSTICO SON COSA DE MATASANOS, PERO HAY DOS “PEQUEÑAS COSAS” CLARAS: REBAJAR EL DÉFICIT Y COMBATIR LA ESPECULACIÓN


        Tres asuntos concretos

Primer asunto. GRECIA. En vista de que Grecia está muy mal, se habilita un fondo de rescate (¡¡) de unos 110.000 millones de euros. Pero no son donativos. Son 110.00 millones de euros que se le prestan a Grecia, a un interés del 5% y con la condición de que efectúe cambios drásticos principalmente para gastar menos, muchísimo menos (cosa imposible en términos absolutos, dada la dimensión de lo griego). El incumplimiento de los condicionantes puede dejar en supenso los préstamos. ¿Alguien piensa seriamente que el terrible endeudamiento de Grecia se puede arreglar endeudándola más? ¿Alguien piensa de verdad que los acreedores de Grecia (entre elllos España, con más de 9.000 millones de euros) verán devueltos sus préstamos con sus intereses en el breve tiempo establecido (tres años si no me equivoco)?. ¿Es lógico que el superendeudado resuelva sus problemas superendeudándose más? La respuesta a las tres preguntas es la misma: NO. No porque la dimensión de la superdeuda superincrementada no es salvable por Grecia ni pasando hambre todos los griegos empezando por su Presidente, lo que, además, no sería una solución razonable. Gente que sabe más economía que yo me tranquiliza con igual respuesta negativa a los interrogantes. Y añade: lo del rescate griego es un paripé, un camelo, un apaño para evitar que el euro se hunda. Nada de eso se haría si Grecia no perteneciese (que nunca debió pertenecer, añaden también) a la Eurozona.

Segundo asunto. NUESTROS BONOS SOBERANOS. El “éxito” de nuestros bonos del Tesoro. Aunque España no sea Grecia, que no lo es, ¿alguien piensa que nuestra situación se arreglará o mejorará de forma sólida y estable porque haya sido un éxito -eso dicen- la recentísima subasta de bonos del Tesoro español a cinco años? Desde luego, hubiera sido tremendo que nadie o muy pocos hubiesen querido comprar “papel”. Pero, si, aunque menos que Grecia, nosotros también estamos endeudados bastante por encima de nuestras posibilidades, que nos den dinero por los bonos significa que aumenta temporalmente nuestra liquidez a cambio de endeudarnos más aún, pero sin que se modifique en nada nuestra capacidad de afrontar deudas. Y, por lo demás, para obtener ese dinero, hemos tenido que ofrecer devolver el nominal de los bonos más un 3’58% de interés y no un 2’84 %, de manera que nuestro endeudamiento es tan notable como archivisible el signo de desconfianza propia y ajena en nuestra recuperación económica real y en la consiguiente devolución de lo que se nos presta. Si continuamos sin generar confianza, malo, muy malo. Y mucho peor si resultase que los bonos del Estado (del Reino de España) los han comprado, sobre todo, los bancos españoles. Lo que los bancos le dan al Tesoro no se lo dan a las PYMES y, además, le dan al Tesoro después de haber recibido la cuota del previo salvamento financiero. “Las gallinas que entran por las que salen”, que diría el gran sociólogo José Mota.

Tercer asunto. EL DESPLOME DE NUESTRA BOLSA (y otras). Esto de la Bolsa es algo muy extraño (aunque parece que nos extraña a muy pocos). Resulta que cuatro días de fuertes bajadas bursátiles en España finalmente producen la sensación, aquí y en el mundo universo, de que la situación económica española es muy mala, como si no lo fuese cinco días antes. No digo yo que se haga caso omiso a lo que sucede en la Bolsa. Y ya sé lo importante que es la confianza, algo intangible por inmaterial. Lo que digo es que hace mucho tiempo que los comunicadores sobre las realidades económicas (y ahora hay muchos más “medios” informando y opinando sobre economía que los que había antes) debieran haber informado, de modo, claro, completo y actualizado, sobre ese trozo de la realidad que es la Bolsa y debieran haber educado al ciudadano para que no tome la Bolsa como indicador fiable de salud económica. ¿O acaso durante los años -bien cercanos- en que nuestra Bolsa subía y subía estaba mejorando y mejorando la situación económica real de España, en vez de estar empeorando y empeorando? Tal parece que la alegría bursátil alegra mucho a unos pocos, mientras que los desplomes nos hacen polvo a todos. Si la Bolsa sirve para captar capital y atribuir valores fiables a las distintas empresas que cotizan (y cotizan las más importantes), esta distribución de alegrías y tristezas no tiene una lógica del todo visible y comprensible. Luego la Bolsa no es sólo y ahora tampoco es principalmente un mercado de capital con signos fiables sobre la salud real de las principales empresas. La Bolsa y los bancos parecen haberse adentrado en terrenos antaño impropios y, en principio, sin efectos positivos para el común de los mortales.

    ¿Hay alguien, que entienda algo de lo que ocurre, dispuesto a hacer algo por los demás? ¿O los que entienden se están dedicando a lucrarse en el caos que conocen bien?

Permítanme, tras exponer esos tres asuntos, unas consideraciones más generales y más importantes también.

Empezaré explicándome, es decir, explicando que yo escriba este y otros parecidos textos. Bastantes amigos vienen a decirme, aunque con palabras más delicadas: “¿qué hace un procesalista como tú en un lío como ése?”. Suelo responder que, como siempre me ha ocurrido, he procurado y procuro -a base de leer y preguntar a los expertos- entender lo más importante que sucede en el mundo en que vivo. Hoy trataré de poner negro sobre blanco buena parte de lo que entiendo y de lo que no entiendo sobre nuestra super-megacrisis económica. Seguramente habrá lectores de este “blog” que compartan mi situación.

Algunas cosas sobre el origen de la super-megacrisis económica y social me parece que logré entenderlas y aquí mismo las he dejado escritas. Pero, a medida que la vida económica ha seguido su curso, lo que he ido leyendo no me parece en absoluto proporcional a lo que he ido entendiendo. Más bien ha aumentado lo que no entiendo. No entiendo, principalmente, la lógica y el sentido de lo que se ha hecho hasta ahora para afrontar la crisis -salvar urgentemente el sistema financiero- y de lo que ahora se sigue haciendo puesto que la crisis continúa e incluso se agrava, en España y fuera de ella. Pero es que, por otra parte, y esto es mucho más importante, cada día dudo más de que alguien tenga una idea clara del conjunto y, por tanto, tenga capacidad para proponer y aplicar un diagnóstico eficaz.  Bastantes personas expertas y muy inteligentes han escrito en todo el mundo sobre el conjunto de la crisis e incluso han apuntado líneas de actuación con sentido de totalidad. Pero, por un lado, entre esos expertos no hay consenso: ni en la percepción del conjunto ni en sus propuestas de acción. Y, por otro lado, esas interesantísimas opiniones son emitidas extramuros de los ámbitos del poder y en ese ámbito permanecen. Ni los dirigentes políticos ni los poderes económicos parecen interesados en estudiar esas tesis y decidir si son aplicables y, en su caso, ponerse a aplicarlas.

Así las cosas, aún me sucede algo peor: que aumentan a diario mis sospechas de que personas con verdadero poder están interesadas en que la totalidad de la realidad no se entienda (porque no se conozca, ante todo), de modo que no pueda existir ese diagnóstico completo y no se aplique un tratamiento que afecte al conjunto de la vida economica, sin limitarse (quizá interesadamente) a tales o cuales síntomas. Se diría, por el contrario, que esas personas poderosas, solas o agrupadas, aplican sus conocimientos cuasi-iniciáticos a su propio lucro y los ocultan para el diagnóstico y el tratamiento que necesitamos todos. Desde luego, es algo muy humano y antiguo eso de aprovecharse, pero también es sumamente trágico en estos momentos. Porque, a la vez, la mayoría de los gobernantes, empezando por los españoles, andan absolutamente desnortados. Referida a gobernantes, la pregunta de este apartado del “post” tiene que ser respondida con una rotunda negación. A lo sumo, hay unos pocos gobernantes que entienden, respecto de su país, lo que no tienen que hacer y que, por esa vía negativa, se empeñan en caminar o seguir caminando, que es algo positivo.

      En medio del caos, un par de cosas claras: déficit público y especulación, dos males que no se quieren atajar

Pero alguna cosa sí está clara. Está claro, por ejemplo, que no es nada bueno gastar mucho más de lo que se ingresa. Un fuerte déficit público es malo. Y malísimo endeudarse en exceso. De modo que ningún país se puede permitir gastar desmesuradamente, en especial cuando está desmesuradamente endeudado. Está claro que procede recortar al máximo posible ese gasto y que a veces esa operación es factible de inmediato, precisamente por la desmesura con que se gasta. Tal es nuestro caso. Es el caso de España por culpa del fantasmagórico Gobierno que Zapatero dirige y acapara (¿o acaso tienen los Ministros alguna entidad propia distinta de sus nóminas individuales, sus despachos y sus coches?) y de un sistema que, por lo visto, carece de resortes para meter en vereda el gasto de las Comunidades Autónomas. Lo de Zapatero -que sigue sin abordar nada que sea claro y nos “vende” la burla de 16 millones de recorte del gasto como un plan serio- es, lisa y llanamente, un crimen político de excepcional gravedad. Cómplices y encubridores principalísimos, las mamandúrricas centrales sindicales (UGT, CC.OO., en especial), que no merecen los esfuerzos de unos pocos sindicalistas serios. Es verdad que los partidos políticos son también sostenidos por todos, pero sirven al menos para canalizar una representatividad de la maltrecha soberanía popular, que a los sindicatos, en cambio, no les corresponde, porque sólo representan a sus afiliados. Zapatero es una mezcla de zombie autista que da tumbos como un boxeador sonado, pero con la increíble habilidad de seguir brujuleando, sin la menor vergüenza, a ver si, por el Gürtel, por una paz con ETA (algo trama) y gracias al más burdo dirigismo y control de la policía y la fiscalía, él sigue en el machito, aunque los demás nos vayamos al hoyo.

Vuelvo al déficit. No estoy poseído de ningún furor contra lo público. Más bien al contrario: a fuer de liberal, hace tiempo que estoy contra el simplismo maniqueo de ensalzar lo privado y vituperar lo público. Pero el Estado no está para sostener un buen número de empresas públicas innecesarias, buena parte de ellas en competencia desleal con las privadas. Ahí se puede meter mucho más la tijera, por el Estado, por las CC.AA. y por Ayuntamientos importantes. Y luego métase tijera a las subvenciones, sin confundirlas con gastos necesarios en ámbitos genuinamente públicos (no quiero utilizar, de propósito, el concepto de “servicio público”, ya inservible), como la educación (aunque también hay despilfarros: véanse las Universidades sin clientela suficiente, que debieran cerrarse o al menos fusionarse, porque cuesta más mantenerlas que financiar el envío de todos sus alumnos a otros Centros, españoles o extranjeros, mejor dotados), el patrimonio histórico-artístico, la investigación o la seguridad ciudadana. Pero con las exposiciones cualesquiera, las películas españolas todas, las ecoempresas todas, etc., cabe ser drásticos y hay que serlo (¡ojo!: los estímulos fiscales no son lo mismo que las subvenciones a fondo perdido).

Y hay otra cosa muy clara, aquí y, sobre todo, en el mundo mundial. Me refiero al desmadre de la especulación. Parece innegable que la desmadrada especulación -con el apoyo de una ingeniería financiera sofisticadísima- tiende a seguir influyendo decisivamente (y muy perniciosamente) en el panorama mundial. Alguien se tiene que poner seriamente a diferenciar entre inversión y especulación. Por la primera, se apoya la producción y los servicios que se esperan beneficiosos. Por la segunda, simplemente se apuesta. Los banqueros que vendan como productos de inversión lo que sean instrumentos para su especulación, se deben quedar sin banco por lo menos. Se comprende que los que tienen dinero puedan preferir los probables enormes beneficios de especular -en lo que cabe jugar, como se ha estado y aun se esta jugando, a la ruina de otros- a las arriesgadas esperanzas de invertir. La inversión ha de ser estimulada. La especulación, confinada y deprimida. En este punto, Zapatero está entregado. Ha desaparecido de su discurso toda referencia a meter en vereda al sector financiero. ¡Faltaría más!. Lo que quiere es dominarlo, empezando por las Cajas. El ataque zapateril a los especuladores es solamente verbal, como cobertura de su monumental enfado con las entidades calificadoras.

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