lunes, 14 de marzo de 2011

LIBIA Y JAPÓN, EN NUESTRAS CASAS


DOS CATÁSTROFES DISTINTAS: DOS LECCIONES DIFERENTES
(actualización a 15 de marzo de 2011, 23.30 horas)


Bastantes misterios ofrece la realidad española para que uno se meta en las realidades de otros continentes. Pero éste no es un “blog” especializado y sería muy raro desentenderse -o dar la impresión de estar desentendido- de acontecimientos tremendos, que justo por sus dimensiones y su importancia, se nos hacen presentes e inmediatos, igualándose en cercanía subjetiva a los sucesos locales.

Vaya por delante que el mundo islámico me resulta misterioso, extraño y, por tanto, subjetivamente muy lejano. Algunas cosas del islamismo las veo claras, pero no vienen ahora a cuento. Ahora se trata de llamativos acontecimientos en varios países habitualmente poco noticiosos y de que, evitadas masivas matanzas en dos de esos países, Túnez y Egipto, la situación de la zona no deja de parecer catastrófica a causa del conflicto armado en Libia, acompañado por episodios preocupantes que se suceden aquí y allá, pero siempre con cierta proximidad geográfica. Ésa es una catástrofe cien por cien humana, aunque sea difícil o imposible precisar las distintas concausas. A la vez, en el extremo Oriente, en Japón, se ha producido una catástrofe nada humana, producto de las placas tectónicas que chocan y tienden a superponerse. La catástrofe humana de los países islámicos tiene muy hondas raíces, difícil diagnóstico y tratamiento más que problemático, no ya desde fuera (desde fuera no hay tratamiento, me parece), sino desde dentro de esas sociedades. La gran catástrofe natural del Japón se superará, en cambio, por el elemento humano. En todo caso, ambas catástrofes tienen algo en común, meramente externo: son, en estos tiempos de comunicación global inmediata (y en gran medida, siempre precaria: convendría no olvidarlo), realidades que se introducen en nuestras casas.

LA CATÁSTROFE HUMANA DE LIBIA: SE NECESITAN ZONAS DE EXCLUSIÓN DE LOS TIRANOS

Tras los acontecimientos de Túnez y de Egipto, que vivimos “al minuto” por un empeño mediático y que han vuelto mediáticamente a un nivel casi subterráneo, la revuelta en Libia contra Gadafi es ahora lo que se sigue a todas horas. Las incertidumbres sobre Túnez y Egipto (con el añadido de Jordania, Arabia Saudita, Bahrein, Yemen, Sudán, etc.) son parejas a las de Libia, pero en estos días sólo hay noticias de Libia, donde existe una guerra civil o un aplastamiento de la rebelión (depende del punto de vista) con los tremendos ruidos y resplandores propios de la muerte incesante. Los medios parecen atender a lo más fenoménico, a lo que mejor se ve y se oye, a lo que más impacta sensorialmente. Sospecho que esa selección de lo noticioso no se debe sólo a la mayor dificultad de seguir lo que ocurre fuera de la luz pública en Túnez y en Egipto -y que seguramente será también sensorialmente perceptible, aunque con más esfuerzo, con personas más cualificadas-, sino también a la convicción de que los clientes de los “medios” prefieren lo más espectacular, aunque no sea lo más importante. De modo, que, entre unos y otros factores, de todos los “países árabes” con turbulencias internas (todos importantes), sólo seguimos recibiendo imágenes y noticias de Libia. Por el momento, eso es lo único espectacular y digno de atención mediática.

Destacable me parece, respecto de la convulsión política y social del mundo islámico, el nuevo fallo de eso que ahora llaman “inteligencia” y que antes se denominaba “servicios de información” (más espionaje, puro y duro) (como siempre, las denominaciones antiguas eran más modestas y precisas y las modernas, tan pomposas e inexactas como ridículas). La “inteligencia” occidental (es decir, la estadounidense, la británica y la europea continental) ha resultado decididamente tonta. No sólo no sabían nada de lo que no podía estar cociéndose sin el menor signo externo, sino que se han registrado meteduras de pata tan clamorosas como la del Secretario del Foreign Office, que anunciaba como noticia el traslado de Gadafi a Venezuela. Y es que en este ámbito como en otros más modestos (los faros, el pago en los supermercados, la Justicia, etc), los “dirigentes” de todas partes se vienen empeñando en sustituir (no complementar: sustituir) el “factor humano” (el del libro de Graham Greene; el de las obras de Le Carré) por la tecnología: aeronáutica, electrónica, informática. Y así, sin personas sobre el terreno, sólo se enteran de lo que surca el éter o de lo que fotografían los satélites (cuanto toca: hay gente que cree todo lo que sale en las películas y piensa que todos tenemos encima siempre uno o varios satélites): en todo caso, es tanta la información automática que no hay quien la “procese”.

Gadafi es, con mucho, el más esperpéntico e indisimulado dictador de los tres principales países en crisis, el tirano menos disfrazado, el más estridente. Y Libia carecía y carece de una estructura política remotamente comparable a la de Túnez o Egipto. Sin embargo, por los misterios del “realismo” de la política internacional, Gadafi ha sido el “líder” más viajado y el más vergonzosamente agasajado por dirigentes occidentales, incluidos los españoles.

Quizá a causa de haber leído de joven -y después releído- ciertas obras clásicas, nunca se me ha pasado por la cabeza la exportación de democracia. Lo de la democracia en Afganistán resultaría cómico si no hubiese costado ya tantas vidas. Pero una cosa es no imponer la democracia y otra, muy distinta, reirles las gracias a los tiranos y montarles las jaimas en territorio democrático. Ahora, ante Gadafi, los dirigentes occidentales hablan sin saber qué hacer. Y es la UE, con 27 oradores, la que se ha llevado la palma de la charlatanería: Obama ha hecho también sus frases, pero le critican más bien por su silencio. Todos dudan (normal: la situación es muy complicada); todos, excepto Rodríguez Zapatero (ZP), que, sin vacilar, enviaría tropas españolas a aquel desierto tribalizado siempre que lo acordase la ONU o algo parecido. Pero si ZP no duda es porque al enviar soldados españoles a Libia no estaría pensando ni en Libia ni en los soldados españoles, sino en levantar más polvareda aquí.

Quizá en Libia no se pueda, ahora, hacer gran cosa desde fuera. Se puede, sin duda, hacer el propósito de no alimentar más Gadafis. Como se pudo no presentar al mundo como normales al Ben Alí tunecino o al Hosni Mubarak egipcio, expulsados ambos de la Internacional Socialista casi a título póstumo. Lo de los “extraños compañeros de cama” debería tener algún límite: si no por decencia y dignidad, al menos por el pragamatismo que está aconsejando la experiencia. Si se hubiesen creado “zonas de exclusión” política, no se estaría planteando ahora la zona de exclusión aérea para neutralizar a Gadafi.

LA CATÁSTROFE NATURAL DE JAPÓN, SU POTENCIA HUMANA Y EL ENORME PELIGRO OCCIDENTAL(ESTRICTAMENTE HUMANO) DE PERDER LA RAZÓN, LA PERSPECTIVA Y LA MÁS ELEMENTAL SENSATEZ

Tenemos metido a Japón en nuestras casas. Lo ha conseguido un violentísimo terremoto, algo de la naturaleza y no de la política ni de la ideología. Pero, con la inestimable ayuda de algunos “medios”, en Occidente somos capaces hasta de politizar los terremotos y los tsunamis. Y, por supuesto, nuestros "líderes" son capaces de comportarse -de hecho, lo están haciendo, desde alemanes hasta franceses, pasando por "comisarios" europeos- como si el país que sufre un terremoto de máxima intensidad (y 40 más, muy respetables) y un maremoto terrible fuese el causante o culpable de ambos fenómenos.

Japón es una tragedia inmensa, pase lo que pase con sus centrales nucleares en crisis. Polemizar genéricamente sobre la seguridad de las centrales nucleares en vista de lo sucedido con las afectadas por unos terremotos de intensidad, duración y réplicas como los sufridos por los japoneses, desde el día 11 hasta ahora mismo, me parece, bien mirado, algo, no ya de escasa sensatez, sino de mentecatez difícilmente superable, con  total pérdida de perspectiva (histórica, geográfica, geológica, etc.). Porque se esté tratando de los riesgos "ordinarios" de las centrales nucleares por comparación con lo ocurrido en uno de los lugares con más altos riesgos sísmicos de la tierra y a causa del cuarto terremoto más intenso de la historia humana conocida. Es algo tan necio como plantear los riesgos de las nucleares en caso de choque contra este planeta de un enorme meteorito. A ver si se enteran estos cretinos de lo que ha pasado. Porque, inexplicablemente, aunque lo vean y lo oigan, no se enteran. Dije inicialmente que la entera isla de Henshu (la principal del archipiélago y la más afectada por el terremoto y el tsunami) se movió 2’4 metros y el eje de la misma tierra puede haberse desplazado 10 centímetros. Ahora cambian las cifras, pero no disminuyéndolas.

[Acabo de escribir que, "inexplicablemente" los cretinos mayoritariamente gobernantes en medio mundo "no se enteran". No lo he dicho bien: es perfectamente explicable que estos necios bíblicos (en la Biblia es donde se habla más y más claro sobre la necedad), que gobiernan media humanidad -no exagero: pensemos en la que, por acción y por omisión, han montado con la crisis económica mundial, engañándose y dejándose engañar por los cerebros de la creatividad financiera- no se enteren de nada: aunque sea algo tan visible y ruidoso (más resulta inimaginable) como un terremoto de 9 grados y un maremoto con ola de 10 metros que echa a correr a 500 km. por hora. Las autoridades francesas, que repiten, en tono de reproche, que "los japoneses han perdido el control" (como si ellos se considerasen capaces de no perderlo: quizá porque evitarían terremotos y tsunamis), lo mismo que el tontucio europeo que habla del "Apocalipsis" y se siente genial por haber encontrado una frase histórica, pertenecen a la subespecie, abundantísima, de los necios bíblicos pasados de listos. O sea que son tontos de baba. No lo notábamos demasiado hasta ahora, pero es cabalmente en estos trances históricos donde la necedad se desnuda de todo disfraz y se presenta en su realidad gigantesca. Los verdaderos héroes, anónimos y silenciosos, están muriendo por otros hombres. Los héroes genuinos no paran de pensar a la máxima presión ni de trabajar sin descanso, mientras los importantes, bien dormidos y en buenas poltronas, pontifican lo primero que se les ocurre. Y, bien mirado, no es de extrañar porque es en estas ocasiones excepcionales cuando siempre se lucen los miserables y necios dando todas las notas de la escala, del "do" al "si", todas desafinadas, y mostrando su real estatura intelectual y moral, ínfima. Como el conocido comentarista televisivo en USA que se congratulaba -sí, así: se congratulaba- de que los costes de lo de Japón pareciesen ser más humanos que económicos. Por una vez, los dirigentes españoles no han sido (no están siendo) unos campeones de la mentecatez: las cosas como son. La Comisión Europea, en cambio, ese conjunto de sabios que no para de ir dando tumbos ante la crisis económica, encadenando improvisaciones, fulmina miserablemente a Japón: "han perdido el control", dicen en Bruselas. ¡Habría que verles a ellos!. Aunque, en serio, mejor no. No me gustaría ver el "control" de los dirigentes franceses -en este caso muy "valientes para los ratones"- ante un terremoto de 9 grados de intensidad a cien millas de la costa sur de Bretaña, por ejemplo. Admiro a Francia, pero no tanto a sus "líderes" actuales.]

Pese a la asombrosa solidez de cientos de miles de edificios, calculados y construidos adecuadamente a los específicos peligros, hay miles de muertes y una devastación tremenda: las primeras cifras -todavía estamos en ellas- han sido de muertos comprobados y contados. Eso, y las penalidades que están por venir, es lo que más debería importa ahora. En eso debería haber un consenso indisoluble. Pero no: están nuestros líderes ocupados en pedir responsabilidades. ¡En pedir responsabilidades por un terremoto del grado 9 con entre 30 y 40 terremotos más, bastantes de ellos del grado 6 para arriba! Y ciertos "medios" dizque de "comunicación" (alguno importante acabo de leer) insertan un titular preguntándose ¡si no se pudo prever la catástrofe! Lo preguntan, estos vende-periódicos-a-costa-de-su-madre, como si no supiese cualquier párvulo medianamente educado que los terremotos son imprevisibles en su momento concreto.

Junto a la congoja por la catástrofe, es conveniente, porque es lo humano y lo noble (lo demás es de animales estúpidos y brutos innobles), admirar la resistencia japonesa, en todos los sentidos. Para entendernos: si se hubiese producido un terremoto de 9 grados con epicentro a cien millas de Santander, estaríamos hablando de cientos de miles o de millones de muertos en toda España, puesto que nuestras normas sísmicas de construcción no son tan exigentes como las japonesas. Acabo de leer, de buena fuente (no de Buenafuente, ¡ojo!) que no hay en Barcelona (era un ingeniero catalán quien lo decía) ni un solo edificio, antiguo o nuevo, capaz de resistir un tal seismo. En Lisboa, 1775, un terremoto similar al último japonés, seguido de dos maremotos, destruyó la ciudad y causó cien mil muertos, no sólo en Portugal, sino también en la costa andaluza de Cádiz y Huelva. Un altísimo porcentaje de edificios de Sevilla se vieron afectados y están registrados los efectos en toda Andalucía y en las dos Castillas. El temblor se dejó sentir en Finlandia.

Japón, tan trabajador y organizado, ha sufrido y sigue sufriendo, pese a todas sus serias precauciones, un enorme golpe físico, moral, humano. Hubiese sido de desear -y así lo deseaba yo originariamente en este "post"- que no nos distrajesen con una reedición del consabido discurso del “peligro nuclear”, en el que nunca se aportan soluciones. Aquí sólo cabría, si acaso resultase ser cierto, criticar la falta de alguna medida aconsejable en Japón, dados sus especiales y conocidos riesgos sísmicos. Pero ójala proceda todavía una adicional felicitación a los japoneses -mayor que la que merecen ya por sus esfuerzos- si, finalmente, pese a la sostenida embestida de tan tremendas fuerzas de la naturaleza y a los daños en muchas de sus estructuras, logran, no ya controlar las crisis nucleares (como deseaba hace 24 horas), pero sí reducir sus consecuencias. Lo que hasta ahora ha sucedido es explicable por el terremoto y el posterior tsunami: el terremoto provocó la parada automática de los reactores, con la que debía empezar el enfriamiento; el primer sistema de enfriamiento (bombeo de agua) falló por pérdida del suministro eléctrico ordinario; debían entrar en marcha los generadores eléctricos de emergencia, pero el tsunami los inutilizó; se buscaron  y se buscan aún modos nuevos de refrigeración, pero los reactores se han ido sobrecalentando. Todavía quedan los edificios o recintos de contención, previstos para evitar que salgan al exterior altas radiaciones por fusión del núcleo de los reactores, aunque parece haberse resquebrajado al menos uno de esos recintos. Es temible lo que puede suceder aún, pese a lo que se están esforzando.

Algunas “pequeñas verdades”, en vista del tremendismo, son éstas: 1ª) Una central nuclear es algo muy distinto de una bomba atómica, empezando por los materiales radioactivos; 2ª) En 1986, la gran catástrofe de Chernobyl, una central nuclear malamente construída, se debió a la práctica inexistencia de ese edificio de contención; antes, en 1979, en Three Mille Island, Harrisburg, Pennsilvania, hubo evacuación de miles de personas, pero no muertos, porque el edificio de contención resistió la fusión del núcleo. Es decir, que, hasta hace unas horas, sólo existía un accidente catastrófico de central nuclear: el de Chernobyl, por falta de edificio o recinto de contención. Nadie podía descartar por completo la más grave catástrofe, pero la situación, en sí misma y proporcionalmente a la insólita intensidad (incluso para esa zona) del seismo principal, no justificaba crear pánico. Y ahora, es explicable y justificable que muchos, los verdaderamente amenazados, sientan pánico. Pero sigue siendo injustificado crear pánico desde la distancia. El pánico -el pánico auténtico, que no es el miedo cobardica de políticos diminutos, un pánico ofensivo para las víctimas japonesas- hay que sentirlo, ¡qué se le va a hacer!, cuando toca. Lo sintieron en Japón ante el terremoto principal y ante el tsunami. Lo sienten ante sus réplicas. A nosotros, nos correspondían y nos corresponden dos sentimientos más nobles y altruistas: la serenidad y la compasión, sentirnos próximos y sufrir o padecer con las víctimas. Y ayudar, que siempre es posible. En cambio, el griterío empavorecido de los "líderes" autonómicos, locales, nacionales y extranjeros en razón de "sus" centrales nucleares, callando por completo sobre el dolor y el sufrimiento del Japón, es todo un espectáculo de mezquindad e incluso de vileza. De esta especie de gente pequeñita, miserable y necia, son los causantes de nuestras catástrofes humanas. A la realidad más cercana -la europea, la norteamericana- me remito. Los japoneses saldrán de esa catástrofe natural, porque no son una catástrofe humana, sino de una naturaleza humana fuerte y tenaz. Les añado un link a la viñeta de Mingote del 14 de marzo, genial a sus años y después de tantas genialidades. Aunque serán muchos los que no lo entiendan, Mingote lo dice mejor que yo:

http://www.abc.es/humor/20110314/mingote

Les añado un link a EL MUNDO, en que se informa comparativamente de Chernobyl y Fukushima. He visto el comentario de un lector que decía: "por más que leo, releo y lo pienso, no encuentro el paralelismo". ¡Pobre! Es que el informe de EL MUNDO, aun siendo muy soft, lo que muestra es el contraste:

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/15/internacional/1300208285.html

Encuentro en EL PAÍS una larga entrevista con observaciones importantes de un experto ingeniero nuclear. Léanla si el asunto les interesa:

http://www.elpais.com/edigitales/entrevista.html?encuentro=7818#

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