viernes, 17 de junio de 2011

“LOS INDIGNADOS” Y “EL RÉGIMEN”, HACIA CALLEJONES SIN SALIDA



LOS ERRORES AJENOS NO CONVIERTEN EN ACIERTOS LOS ERRORES PROPIOS

(Actualizado el sábado 18 de junio de 2011, a las 13.30 horas)


Aquí se dijo, con total convicción, que “los indignados” estaban sobrados de razones para expresar su indignación. Se habían expuesto en este "blog", como propias del que firma, muchas razones para el descontento y la protesta. Razones que siguen en pie. Pero también se advirtieron los peligros y los riesgos, que, de no ser evitados, harían estéril la acción de "los indignados" y la privarían de un apoyo social que podía ser inmenso. Inicialmente, el plural movimiento de indignación parecía ser consciente de los riesgos y los peligros. Lamentablemente, poco después, los riesgos y los peligros se convertían en realidades características del “movimiento”. En vez de alertar con firmeza sobre la degeneración del sistema e ir perfilando propuestas de regeneración capaces de suscitar adhesiones entre cientos de miles de ciudadanos maltratados, el "movimiento" pretendió, al menos verbalmente, la destrucción del sistema, ya. Y emprendió, con hechos, una serie de acciones poco respetuosas con los derechos ajenos. No sólo no se respetaban los derechos de quienes se oponían al “movimiento” con muy diversos motivos, sino también los de muchos ciudadanos tan indignados como los ocupantes de plazas y calles.

Pocos días después, la deliberación asamblearia del "movimiento" se agotaba. Nada de extrañar porque, simplemente, no es posible, sociológica y psicológicamente, que se dé una genuina deliberación en un grupo muy amplio de personas. La masa no puede dialogar ni cabe el diálogo dentro de ella. La masa sólo es apta para asentir o disentir respecto de proposiciones muy simples. Siempre ha sido y será así. De modo que, por un lado, abandonaron a “los indignados” ya acampados aquellos promotores iniciales que deseaban proceder conforme a un método de paulatina movilización y de real deliberación. Y, por otro lado, se impusieron los movilizadores de masas. De una masa mucho más proclive a la acción que a la reflexión. Todo lo demás, hasta el espectáculo del “bloqueo” del “Parlament” catalán, deriva de ahí: es, por decirlo en el lenguaje tecnocrático-moderno, pura consecuencia de la dinámica de masas.

No me fío enteramente de los “medios”, que han sido decisivos en convertir en fenómeno social importante lo que perdía potencia movilizadora. Pero testigos directos en distintos momentos me han relatado la transformación de algo que vieron inicialmente digno de respeto y de admiración en un “camping” costroso de radicales y marginales. Algún documento con ideas interesantes emanaba aún de no se sabe qué ámbitos concretos del “movimiento”, pero lo más visible, lo prevalente, era el ataque directo a instituciones y personas representativas del sistema (yo prefiero hablar del “régimen”, algo más concreto, más nuestro), justo después de unas elecciones en las que habían participado voluntariamente millones de ciudadanos. Este hecho incontestable no fue tomado en consideración por el “movimiento”, sino frontalmente rechazado. Y es muy mal síntoma que, para transformar una realidad, ésta sea simplemente negada.

Politólogos, sociólogos e intelectuales varios, bastantes de ellos muy calladitos hasta ahora acerca del "sistema" o del "régimen", han entrado en escena con comentarios sobre el "movimiento" de "los indignados". Casi todos quieren expresar comprensión y apoyo, aunque con matices. Algunos han optado por la loa sin apenas reservas. Otros, por la disculpa de cualquier exceso, fundada en las maldades y errores del "sistema". Con los debidos respetos, dudo mucho de que hayan comprendido -la comprensión es un conjunto de operaciones intelectuales, no la proyección de sentimientos de simpatía- la génesis y el desarrollo del "movimiento". Me parece que confunden la comprensión con una condescendencia que parece buscar, sobre todo, la afirmación de una personal posición progresista. Una vez más, el narcisismo triunfa sobre el rigor intelectual.

Se puede, desde luego, como han hecho esos comentaristas, promover una especie de campeonato acerca de quién ejerce más violencia. Y, en teoría, se puede defender que la violencia de “los indignados”, es inferior a la del sistema o el régimen. Pero, a mi entender, el escenario de la violencia, aunque sólo sea verbal, es siempre el escenario del fracaso de la indignación y la protesta. La forma violenta anula la sustancia. Cabe también discutir “ad nauseam” si la utopía inconcreta no es preferible a la realidad deplorable. Cien mil voces pueden alzarse justificando, por el hartazgo ante la realidad, la apelación a la utopía, que no tiene un rostro constructivo. Pero por muchas que sean esas voces, siempre será más fuerte la realidad articulada que la utopía desestructurada. Lo que significa que la realidad indeseable permanecerá intacta. ¡Valiente victoria!

El “movimiento” de “los indignados” ha cometido un tremendo error, sobre todo en Barcelona. Ese error podría ser considerado menos grave, en sí mismo, que los errores que el sistema o régimen ha cometido, paradójicamente, en esos mismos días. Más elemental y más leve es ponerse bordes que las nuevas pruebas del grave fracaso del “Estado de Partidos” respecto del Defensor del Pueblo y del Tribunal Constitucional, sin renovar desde hace demasiado tiempo por falta de un consenso que, en teoría (y en la realidad), no presenta especial dificultad. Sin embargo, la coacción y la violencia verbal frente a los parlamentarios catalanes, además de innegables (que no nos hablen de “incontrolados”, por favor, que está muy vista esa excusa), resultan mucho más visibles e impactantes que los fracasos del “Estado de Partidos”. La ilegitimidad de ejercicio en ciertos ámbitos del poder político puede aducirse con profusión de datos y argumentos (aquí mismo lo hemos hecho muchas veces), pero nunca esa ilegitimidad hará legítima la violencia y disculpará la ilegalidad de la actuación de “los indignados”, ilegalidad y coacción derivadas de su localización y su actitud, con independencia de quién empujara a éste o quién quisiese “liberar” al perro lazarillo del diputado invidente. Los “medios” que primaron al “movimiento” por su espectacularidad, lo han castigado, en cambio, al mostrar a todos un espectáculo rechazable.

Traer a colación una condición probablemente ilegítima de todos los parlamentarios o de todos los concejales (probablemente ladrones, probablemente prevaricadores, etc), además de ser un ejercicio de generalización demagógica, carece de entidad intelectual para legitimar la violencia, porque los errores ajenos no convierten en aciertos los errores propios. Sostener lo contrario, expresa o tácitamente, es abrazar los sofismas. Mi razón no depende decisoria y exclusivamente de la maldad ajena. Mi acierto táctico y estratégico no depende tampoco de esa maldad, conocida y anterior a mi iniciativa. Es más bien lo contrario: la acción frente a esa maldad será acertada o errónea en la medida en que la conozca y evite que me anule o me debilite.

La paradoja de la ilegitimidad se ha prolongado en la paradoja del fracaso. El “movimiento” de “los indignados” fracasaba cabalmente cuando el Estado fracasaba también. El “bloqueo” del “Parlament”, el acoso al Congreso de los Diputados y a varios Ayuntamientos son actos sin justificación racional y con nula legitimidad democrática cuando se pretende negar el resultado de unas elecciones limpias. Por su parte, la inacción del Estado ante las coacciones hace patente su incapacidad para cumplir sus propias reglas. Y los responsables políticos de esa inacción fracasan personalmente. En especial, ha fracasado el Vicepresidente primero del “Gobierno de España”, Ministro del Interior y candidato a Presidente, Sr. Pérez Rubalcaba. No estoy defendiendo liarse a palos con “los indignados”. Pero entre la carga policial en toda regla y la inacción total en muchos lugares, una inacción sin explicación, había y hay muchas posibilidades intermedias de reacción. Lo que no podía hacerse es lo que se hizo: colocar el Código Penal, desnudo, a la intemperie del incumplimiento.

Por lo demás, al vocerío de “los indignados” no se está respondiendo con racionalidad e inteligencia. Por parte del “Gobierno de España” y de sus aledaños políticos se oscila entre negar importancia al “movimiento”, como si lo que han hecho en los últimos días fuese igual a lo que muestran -y, a todas luces, no lo es- y anunciar una ”tolerancia cero”. La oposición ha callado, salvo alguna excepción de propuestas medianamente regeneradoras. Pero hemos leído ocurrencias utópicas, inoportunas en grado sumo ante la radicalidad meramente rupturista del “movimiento” de “los indignados”. ¿Por qué el PP propone de pronto que los Magistrados del Tribunal Constitucional sean vitalicios? Aparte de que ese carácter vitalicio no sería, por sí solo, garantía de nada mejor, ¿no se trataría de un cambio para el que habría que reformar la Constitución? En la actual situación de crisis política y de colapso económico, ¿le puede parecer razonable a alguien con un solo dedo de frente abrir el melón de una reforma constitucional? ¿Acaso piensan que nuestra situación imposible podría mejorar en lo más mínimo si, precisamente ahora, nos pusiésemos a discutir sobre Monarquía o República?

Que la Constitución de 1978, aún vigente, no es la mejor Constitución posible ni ha sido desarrollada del modo más prudente y razonable es algo sobre lo que tengo una absoluta seguridad, expresada en cientos de páginas desde 1978. Pero no tengo una seguridad menor de que éste es el momento más inadecuado para poner a España en una informe y desorganizada situación constituyente.

No esperaba yo que “los indignados” en marcha o la latente cólera ciudadana transformase a nuestra clase política, aunque bien lógico hubiera sido que, siquiera por cautela, aumentase un poco la prudencia de nuestros "dirigentes." Por eso, y aun curado de espanto, me ha sorprendido el incremento de su insensatez. En estos momentos, con la protesta de “los indignados” que no cesa y con la preocupación mundial ante el estado de la economía (de la nuestra también), ¿que hacían peleándose el Fiscal General del Estado con el Consejo General del Poder Judicial por una reforma legal penosa, cuando el estado real de la Justicia no les importa? ¿Qué idea ha sido ésa del PP, posterior a la del carácter vitalicio, de designar a los Magistrados del Tribunal Constitucional mediante sorteo? ¿Qué impresión podemos extraer los ciudadanos sobre la traída y llevada Audiencia Nacional, cuando, a petición de la Fiscalía Anti-corrupción (célebre ya por la cantidad de “irregularidades” que comete, judicialmente declaradas), abre una causa penal por si acaso, para que no prescriba un posible delito fiscal del Sr. Botín & family, justo cuando faltan unos días para la prescripción y unas horas para una Junta General del Banco? Lean el “razonamiento” del Juez Andreu: “cabría la posibilidad de que hubiera podido cometerse un delito contra la Hacienda pública, si bien es cierto que los datos ofrecidos por la Agencia Tributaria respecto a los hechos que, indiciariamente, pudieran ser constitutivos de infracción penal se ofrecen desde la perspectiva de su imposibilidad de comprobar si las declaraciones complementarias son o no correctas, y ante la premura de tiempo que supone la posibilidad de la prescripción de los hechos derivados del ejercicio del año 2005; es decir: nos encontramos ante una denuncia interpuesta a prevención de que la regularización practicada por los denunciados no fuese correcta”.

¿Qué nos están diciendo, entre la chulesca Fiscalía y el inefable Juez Andreu, que abre un proceso penal reconociendo la inexistencia de indicios, pero por si acaso apareciesen? ¿Que si la Agencia Tributaria, Unidad de Grandes Contribuyentes, no es capaz de decir en años si está bien, mal o regular una declaración complementaria, el asunto acabará, a prevención, en un Juzgado penal?

Decididamente, si “los indignados” andan de mal en peor, el sistema, “el régimen”, está en manos de personajes varios, todos de indescriptible inidoneidad. Pero, para terminar, vuelvo a lo que me parece un punto clave: no es lo mismo protestar -de cuya legitimidad no tengo duda- que construir algo mejor, aunque sea sólo ligeramente mejor. Y no es lo mismo comprender de veras la protesta que hacer el “hooligan” (o el Don Tancredo) desde el interior del Estado. No soy monárquico en ningún sentido. No me impresiona ni me condiciona el poder económico. Pero cuando no somos capaces, en conjunto, de designar cuatro Magistrados del Tribunal Constitucional y un Defensor del Pueblo, agradezco superlativamente que no tengamos que designar a la cabeza del Estado. Y, por defender mis derechos y los de todos, no puedo aplaudir, sino que debo condenar una monstruosidad antijurídica como la que ha propiciado la Fiscalía Anti-Corrupción. No importa que la víctima sea el todopoderoso Sr. Botín. También él tiene derechos. Y para defender mis derechos frente a él, debo defender los suyos. Ponerse a hablar, más o menos de memoria y grosso modo, de los desmanes de la banca puede constituir un discurso más o menos interesante. Pero ante la barbaridad fiscal y judicial concreta, es cambiar de tema. Y disculpar al "sistema" y al "régimen". ¡Más paradojas!

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P.S. Acabo de leer párrafos literales de dos intervenciones en la Junta General del Santander, a cargo de "indignados" accionistas. Éste es el link para conocerlas: http://www.cotizalia.com/en-exclusiva/2011/indignados-adquieren-junta-santander-muestran-repulsa-20110617-70130.html. No seré yo el que critique esas intervenciones. Y parece que estos "indignados" no se dejarán engañar si, con un maquiavelismo de vía estrecha, este "Gobierno de España", tan maridado con las instituciones financieras, decidiese ahora arremeter contra ellas para congraciarse con "los indignados". ¡Que no, señores del "régimen", que la gente no es tan tonta!

1 comentario:

Prospero dijo...

Parece ser que el gran problema para la investigación tributraia de Botín es que gran parte de la documentación está en inglés o francés, idiomas -como todos sabemos- exóticos e ignotos, como el sánscrito o el urdú. Me consta que hay inspectores de hacienda que saben inglés y francés (e incluso latín), la pena es que están todos en excedencia. Qué le vamos a ahcer.