viernes, 23 de septiembre de 2011

ESPAÑA ESTÁ MUY BIEN: UN PAÍS EXCEPCIONALMENTE CAPITALIZADO


SOMOS LOS ESPAÑOLES (CASI TODOS) LOS QUE ESTAMOS MAL

Nadie se ha quejado, que yo sepa, pero me he dicho: “digamos algo positivo, que son ya muchas noticias y comentarios negativos en este blog y vamos de disgusto en disgusto”. Y sí, hay muchas cosas positivas sobre España. Por ejemplo, que, en un solo y mismo día,  el glorioso domingo 18 de septiembre de 2011, eliminamos a Francia de la Copa Davis y le ganamos la copa de Europa de baloncesto (perdón, el Eurobasket). Y resultó muy satisfactorio que los periódicos franceses reconociesen serenamente las derrotas y no se inscribiesen unas victorias francesas en el espléndido Arc di Triomphe.  Eso, después de ser campeones del mundo de fútbol y de destacar en muchos otros deportes (Fórmula I, motociclismo, ciclismo, golf, vela, balonmano y un larguísimo etcétera.). No se sabe de ningún país mayoritariamente poblado por tontos, enfermos o malnutridos que sea capaz de estar presente con éxito en tantos acontecimientos que ponen a prueba el talento y la fuerza a la vez.

MEDIO EN BROMA, MEDIO EN SERIO (O SEA, BASTANTE EN SERIO)

Pero es que hay mucho más: como quiera que haya sido, tenemos trenes super-veloces para ir a de Madrid a Toledo, a Valladolid, a Sevilla y a Barcelona y, enseguida, a más sitios en distintas direcciones. Ya no vamos supervelozmente a Cuenca porque no queremos. Tenemos muchas autopistas y aún más autovías en un estado muy decente. A Toledo, por ejemplo, se puede llegar por tres distintas rutas automovilísticas de doble sentido, además del AVE. Tenemos buenos aeropuertos con notable tráfico y, además, cierto número de aeropuertos ultra modernos de reserva, por si acaso, por si a alguien, particular, institucional o empresarial, se le ocurre, en algún momento, volar a lugares como Ciudad Real o Castellón o por si nos atacan los marcianos del Nobel de Economía Mr. Krugman (v.  http://andresdelaoliva.blogspot.com/2011/08/los-marcianos-de-krugman-otros-gurus-de.html). Tenemos parques eólicos y huertos solares como casi nadie. Tenemos el Prado, el Thyssen y el Reina Sofía en Madrid, la segunda ciudad con más árboles de todo el planeta Tierra. Tenemos (perdón, señores soberanistas) la Sagrada Familia y otras joyas en Barcelona. Tenemos mucha historia y mucho arte del que gozar. Tenemos muchas ciudades bien cuidadas. Tenemos una excelente industria hotelera. Tenemos miles de kilómetros de playas. Tenemos un clima fabuloso. Y dos archipiélagos de ensueño. Y, por si fuera poco, somos, si queremos -y queremos, de ordinario-, gente acogedora, con buen humor y -esto es de gran importancia- de los que más veces se duchan al día y a la semana en el llamado mundo civilizado. Por supuesto, también tenemos buenos vinos y notables licores. Y hay cerveza potable.

Pero es que, además, ha aparecido hace pocos días una buena noticia sobre España que “los mercados” debieran considerar definitiva, re-definitiva, para restaurar y tener por consolidada durante varias décadas su confianza en la denominada marca España: somos el país del mundo universo que menos gasta en “comida-basura” (v. http://www.abc.es/20110919/sociedad/abci-estudio-comida-rapida-201109191344.html). Los estadounidenses llaman a la “comida basura” “fast food”, con absoluto error, como tantos otros propios del american exceptionalism, que les sirve de constante excusa para su aislacionismo (digamos eso así, piadosamente, para señalar que millones de estadounidenses no han mirado nunca un mapamundi y muchos de sus dirigentes sólo ven el mundo desde sus satélites). “Fast food” significa, como es sabido, comida rápida y hace siglos que nosotros inventamos los bocadillos o “bocatas”, los “montaditos”, las “tapas” y los “pinchos” y comemos rápidamente, cuando queremos, pero sin embasurarnos por dentro.

Si tenemos lo que tenemos y somos como somos (con grandes virtudes especiales junto a grandes defectos generales) y, además, comemos como nadie, la persistencia de la desconfianza en España sólo podría ser fruto de una manía atrabiliaria y de un sectarismo irracional. Y, como casi todo el mundo sabe, “los mercados” calculan fríamente con elementos reales, sin dejarse llevar de simpatías o antipatías. Así que tienen que caer en la cuenta, más pronto que tarde, de que aquí en España hay mucho capital -un capital excepcional- y gente muy valiosa.  La “fuerza de trabajo” española ya se lució en Alemania en la segunda mitad del siglo XX, la del “milagro alemán”.

Por otra parte, ahora que se redescubre la importancia del Derecho, no ya por profundas razones, como les acaba de explicar muy clarito el Papa Ratzinger a los alemanes y a todos (v. http://www.abc.es/20110922/sociedad/abci-discurso-papa-parlamento-201109221748.html), sino, mucho más cortamente, porque las inversiones (eso de “¡es el dinero, estúpidos!”) huyen de la inseguridad jurídica y de la venalidad o parcialidad judiciales, es de rigor recordar que nuestro sistema jurídico es muy bueno (el sistema; no el modo en que falla, pero eso es arreglable, si se quiere). Aquí, en España, no en Inglaterra ni en Holanda ni en Bélgica, se vió muy claro, antes que en ninguna parte, lo del “princeps, a legibus alligatus” y no “a legibus solutus”. Es decir, que el poder no está por encima de las leyes.

España no son los bancos españoles, que, por lo demás, no están peor que los franceses. España es un país muy moderno, con bastantes falsos empresarios a los que se les acaba el tiempo, pero con empresarios verdaderos como los que han creado y mantenido El Corte Inglés y Zara (mundialmente imbatibles en su género), por no hablar de Chupa-Chups, que fue de las primera empresas en “posicionarse” en China. España es un país sin los mendigos y “homeless” de los EE.UU. (ni en números absolutos ni en términos relativos), sin apagones de varios días que afectan a millones de personas e incluso sin sequía ni restricciones de agua en los últimos años (a diferencia de lo que les ha ocurrido, curiosamente, a la mitad de los Departamentos de Francia este mismo año).

Aquí hay muchos parados, pero no hay tanta miseria ni desigualdades tan hirientes como en países avanzadísimos (vgr. el gobernado ahora por Obama), por no hablar de los grandes emergentes, como Brasil, India o China (un país, éste último, donde hacen trampas con todo, incluidas sus cuentas). Es verdad que en España hemos padecido un gobernante extraño, híbrido de analfabeto e iluminado, con un equipo de demolición insuperable, pero, al parecer, eso va a cambiar enseguida. Todos dicen que llega en unos meses D. Mariano Rajoy. Lo del equipo de Rajoy no lo sabe nadie (se dice que ni él mismo), pero hay un amplio consenso (yo no estoy tan seguro, pero lo acepto por el momento) sobre dos puntos: 1º) Los asuntos españoles no pueden, ni física ni metafísicamente, ir peor o igual a como han ido hasta ahora (es de esto de lo que no estoy seguro); 2º) El Sr. Rajoy se toma tiempo, bastante tiempo, para cualquier acción (sobre esto sí estoy seguro). Pues bien, si Rajoy pone a su “equipo” en la misma onda, con la misma actitud, es altamente probable que el país, España, se recupere. Porque los observadores más perspicaces están ya empezando a darse cuenta y a comentar que, excepto evitar el despilfarro público, las acciones de los Gobiernos ante la situación presente sólo la complican y empeoran y que es la reacción inteligente y decidida de las mejores personas de un país la que puede lograr que éste se sostenga y se recupere.

Si “los mercados” son como dicen, a nada que tengan ojos, pueden ver la diferencia entre el capital de España y el largo mal trago que estamos pasando y vamos a pasar los españoles. Si “los mercados” se dan cuenta de que “los recortes” van pero que muy en serio (desgraciadamente para los españoles, pero no para “los mercados”), tendrían que dejarnos en paz, para ajustarnos como mejor podamos y toleremos. A nadie -empezando por la Alemania gobernada algo erráticamente por Frau Merkel, que ahora, tras la sentencia de su Tribunal Constitucional, parece más centrada- le conviene que España se vaya a pique, aunque sólo sea -que no es lo único, ni mucho menos- porque ¿en dónde se lo van a pasar mejor que aquí millones de ciudadanos de todo el mundo?  España pagará lo que debe -¡faltaría más!- y levantará el vuelo. Déjennos a los españoles -con ZP ya estudiando a García Enterría: ése ha dicho que es su plan- y lo verán.

Y se ha acabado el gran engaño de Wall Street, inventado y lanzado con el inapreciable apoyo de la City londinense y de esa Gran Bretaña, que, astutamente, se ha mantenido fuera de la eurozona: “Europa nos estropea la economía mundial”. Mentira. Europa no anda bien, pero no es Europa el principal problema para la economía mundial, como ha repetido mendazmente Mr. Obama, flanqueado por los gurús de la ingeniería financiera. El principal problema del gigantesco problema de la megacrisis mundial -así lo ven ya “los mercados”- es la crisis de los EE.UU. Los datos macroeconómicos y los microeconómicos son concluyentes, por muchos enjuagues que se le ocurran a la Reserva Federal, dirigida por Mr. Bernanke. ¿Han visto lo del “twist”, o sea el retorcimiento, el tornado y el disloque de caderas?: las deudas a corto (plazo) las “reestructuro” y las coloco a largo. ¡Es muy bueno eso del twist de la reestructuración! ¡Pero qué listos son!

NUESTRA PENÚLTIMA PENALIDAD: EL IMPUESTO SOBRE EL PATRIMONIO, UN ENTE CON VIDA PROPIA, QUE AHÍ TENEMOS REIMPLANTADO SIN HABERLO QUERIDO NADIE

España está, como ya he dicho, fenomenalmente, aunque los españoles en general no lo estén pasando bien, muchos lo estén pasando muy mal y todos vayamos a pasarlo aún peor, entre otros motivos, por el repescado Impuesto sobre el Patrimonio. Y es que la cuestión del impuesto a los mega- o super- ricos, suscitada en EE.UU. por Warren Buffet (mismo enlace ya puesto arriba en este “post) se ha resuelto aquí, como era de temer (vean al final del “post” del pasado día 8 de septiembre), con un impuesto a la clase media, la gente que, por ejemplo, ahorró durante años y años para comprarse su vivienda y rehabilitar su casa de su pueblo (había escrito "la casa del pueblo", pero aun con minúsculas se prestaba a un gran equívoco). Este Impuesto sobre el Patrimonio ha resultado ser un ente vivo, con patas o cosa parecida y poderes de captación y anulación de la voluntad de los humanos. Como un virus potentísimo. Porque ha llegado hasta el Boletín Oficial del Estado sin quererlo el “Gobierno de España” (es decir, Zapatero, ZP), sin quererlo el candidato Rubalcaba (ZP dijo que lo restauraba porque lo quería Rubalcaba y éste, poco después, afirmó que no era el impuesto que quería) y sin quererlo la oposición. Sin ninguna estimación comúnmente aceptada del número de personas que tributarán y sin cálculo de la recaudación adicional prevista. Al relacionar el resucitado Impuesto con las nuevas valoraciones catastrales (para los no españoles: el catastro es una especie de catálogo público de bienes inmuebles), es probable que a gran número de contribuyentes españoles se les venga encima una catástrofe, pero con "k": eine katastrophe, porque, como diría mi admirado Julio Camba, la “k” confiere más seriedad y prestancia a la catástrofe. Pero eso es nuestro problema, no el de "los mercados".

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