viernes, 25 de noviembre de 2011

UNA RECETA DE MEDICINA PALIATIVA PARA LA CRISIS DE LA EUROZONA: QUE SE CALLEN SUS DIRIGENTES (HASTA QUE TENGAN ALGO QUE DECIR)


LO QUE DICEN HACE AÚN MÁS DAÑO QUE LO QUE NO HACEN


Al parecer, lo que sostuve en una parte de los “post” anteriores no era una tontería, porque, por un lado, la Comisión Europea ha formulado propuestas encaminadas a la solidaridad de la Eurozona, en mayor o menor medida, respecto de la famosa “deuda soberana”. Y, por otro lado, se extiende la impresión de que Frau Merkel y su empecinamiento en la ortodoxia de la “cuenta de la vieja”, aplicada a cada país y salga el sol por Antequera, es algo insuficiente para la situación real de estos momentos. No estoy seguro de tener razón en mis sugerencias y, desde luego, tampoco veo claro que los eurobonos sean una verdadera solución: no puedo estar seguro, desde el momento en que, como he confesado, no conozco a fondo los mecanismos que mueven eso que se ha dado en llamar "ataque de los mercados". Lo que sí me parece claro es que al conjunto de Europa, comenzando por Alemania, no le conviene que un país tras otro de la Eurozona caigan en la parálisis porque no tienen recursos y no pueden obtenerlos. Hace falta idear fórmulas de solidaridad equitativas. Y sigo pensando, porque nadie explica lo contrario, que "los mercados" están operando con cierta selectividad no estrictamente económica. También sigo pensando que los principales -no los únicos, pero los principales y primarios- responsables de la crisis son quienes insuflaron la burbuja financiera.

Dicho lo anterior, resulta que si, como también aquí se hacía constar, toda la Eurozona es atacada por “los mercados”, tanto si la “prima de riesgo” es tremendamente alta como si es demasiado baja (lo que le ha sucedido a Alemania con su bono a 10 años, sin haber logrado colocar cerca de un 40% de lo que ofrecían), hay que reconocer que la desconfianza mundial hacia la Eurozona está encontrando un apoyo facilísimo de entender por cualquiera e incluso por el aficionado autor de este “blog”, que se empecina en procurar saber en qué mundo vive. Me refiero a que resulta perfectamente comprensible que la Eurozona no inspire confianza si sus cabezas visibles se reúnen cada dos por tres y no acuerdan nada concreto y si, aun no reunidos, lanzan cada uno propuestas y mensajes diversos, que son atacados por los otros (la otra, más bien, Frau Merkel, con la participación de su Ministro de Economía y del Presidente de su banco central) incluso con gruesas palabras de descalificación.  Ya dije aquí mismo, el 3 de octubre de 2009, que hay que “aprender a callar en público” (v. http://andresdelaoliva.blogspot.com/2009/10/frases-lapidarias-o-como-callar-en.html)

Taceant omnes”. Que se callen todos hasta que se pongan de acuerdo. Que se reúnan lo que sea necesario, pero sin dar tres cuartos al pregonero, silenciosamente. Y que discutan pros y contras, sin que trasciendan sus discusiones. Estamos en guerra y no se pueden radiar ni televisar las deliberaciones de la coalición que se supone constituye uno de los bandos combatientes. No se debe repetir el espectáculo de Frau Merkel desautorizando públicamente a Durao Barroso y al mismísimo Sarkozy, precedido -todo hay que decirlo- por declaraciones públicas a favor de aquello que se sabia rechazado por Merkel. Ese espectáculo -el penúltimo de una serie ya demasiado prolongada- nos hace daño a todos, en una medida difícil de calcular, pero sin duda nada pequeña, porque está revelando una muy fundada causa de desconfianza: que la Eurozona no sólo carece de mando unificado y de dirección determinada, sino que adolece de divisiones aparentemente insalvables, con posturas aparentemente irreconciliables, de modo que, a fin de cuentas, es como si, de buen grado o con gran pesar, se conformase con ver pasar el tiempo sin ningún plan de acción. La divergencia constante y la falta de propuestas y de resultados confirma la base de los que pudieran ser interesados planes en hundir a la Eurozona y a Europa entera, comprar sus sabrosos activos cuando quiebre y convertir a sus habitantes en trabajadores por cuenta ajena remunerados sólo en la medida en que resulten idóneos consumidores de un mercado controlado por otros, no europeos.

La Segunda Guerra Mundial no se hubiese ganado sin un supremo mando militar de los aliados, que recayó en Eisenhower, y sin un plan coherente. Ya sé que no es nada fácil, sino muy difícil, aplicar la idea del ejemplo a la situación actual de la Eurozona. Pero la idea es válida, me parece. Alguien debe moderar el debate entre los generales actuales y éstos tienen que acabar designando un líder y portavoz único en función del plan en el que se pongan de acuerdo, si no los 27 miembros de la UE, sí los miembros de más peso. En todo caso, ¿hubieran podido los aliados desembarcar en Normandía si, tras cada reunión, hubiesen informado de sus dudas y discusiones al enemigo?

Pero se me ocurre proponer otro ejemplo histórico: el de los cónclaves propiamente dichos, es decir, las reuniones para elegir papa literalmente celebradas encerrando bajo llave (cum claves) a los electores. El más célebre parece ser el cónclave de Viterbo, localidad no muy lejana de Roma.  El día 29 de noviembre de 1268 había fallecido Clemente IV, de origen francés, que era Papa desde el 22 de febrero de 1265. Los cardenales se reúnen en Viterbo para elegir nuevo Papa. Múltiples y diversas presiones políticas externas, discusiones y ambiciones influyen en una enorme demora de la elección papal. Se cumple un primer año sin Papa y, entonces, el Señor de Viterbo, Alberto de Montebono, hace cerrar herméticamente el palacio papal con los cardenales dentro y les arroja por una abertura del tejado comida y bebida muy racionadas, para forzar la elección, que, pese a todo, no se produce hasta el 1 de noviembre de 1271. Casi tres años.

Ahora no tenemos tres años. Sería deseable, ya mismo, que un número considerable de ciudadanos europeos, más determinados aún que “los indignados”, pudiésemos poner cerco a los dirigentes europeos y tenerlos a pan y agua, literalmente, hasta que alcanzasen un acuerdo operativo, que, cuando menos, liquidase la imagen de desunión y desconcierto. A falta de esta medida coercitiva, no estaría mal que, voluntariamente, los mandamases de esos países se autorecluyesen hasta ponerse de acuerdo en un plan y poder hablar con una sola voz o, al menos, con el mismo mensaje.

Los distintos países, a ser posible con España a la cabeza, pueden seguir recortando gasto y equilibrando presupuesto. Pero es clarísimo que, aunque acertasen en todos los recortes y en nuevas fuentes de ingresos, eso no garantiza que las economías reales se recuperen. Incluso cabe que algunos errores en recortes resulten muy malos para la recuperación. Pero sobre esto último, algo diré en un próximo “post”.

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